Miguel Ángel Cruz Romay
“En cada hombre hay un espíritu que sufre y es crucificado, y en cada crucificado hay un redentor”
Hermann Hesse
Todas las culturas abordan este tema desde su particular punto de vista, sin embargo, no importa cómo le llamen a su solución, el resultado siempre es el mismo, trascendencia
, paz interior.
Los hindúes y sus filosofías lo llaman ego, los hebreos satán, los toltecas xolotl (el monstruo o el parásito), los psicólogos desórdenes psico-emocionales y seguramente dentro de cada filosofía existe alguna forma de llamar a la mente no educada; así es, la mente que tiene un comportamiento caótico, de la que no tomamos las riendas y es una parlanchina insufrible, la que se vuelve en la mayoría de los seres humanos peor enemigo de sí mismo, es la que nos mantiene en la desdicha.
La mente es esa “vocecita” que nos está hablando todo el tiempo, que nos evalúa y juzga con dureza, pues eso se le enseñó desde muy temprana edad por nuestros padres, hermanos, maestros, sociedad en general (hay que ser un buen niño, los niños buenos no hacen esto o aquello; hay que ser buen hijo, agradecido, obediente; buen hombre, proveedor, valiente, protector, fuerte; buena mujer abnegada, hacendosa, castrada, jamás pensar en cosas pecaminosas etc.), la religión y demás instituciones, hacen de esa parte llamada mente el enemigo omnipresente del ser humano (¡Dios ve todo lo que haces, no puedes esconderle ni lo que piensas!, vaya intromisión a la privacidad), así la mente se vuelve nuestro peor enemigo, no puedes, no mereces, ¿en verdad crees que vales algo?, y un largo etcétera.
La pregunta es: ¿si hay una voz que habla, entonces quién escucha? ¡Exacto!, existe otra parte de nuestro yo que ha permanecido callada durante mucho tiempo y a pesar de escuchar a la mente continúa callada; por eso es que la frase “despertar de la conciencia” es tan acertada, pues cuando somos consientes de esta parte de nosotros y comenzamos a despertarla, y esta comienza a observar a la mente sin juzgarla; esta última se detiene y se controla al saberse observada, es en este momento cuando la mente puede ser reeducada, podemos sacar de ella todos los prejuicios y expectativas ilusorias e inalcanzables que de muy buena fe nos fueron implantadas. Sólo en este momento experimentaremos el autoconocimiento, el autocontrol, el desatino controlado, entenderemos la impermanencia, iremos construyendo un Ser Humano, nos convertiremos en nuestro redentor personal, nuestro cristo, Quetzalcóatl, buda, el aliado como le llamaba Juan Matus o simplemente podremos experimentar la plenitud de ser, sin condicionamientos ni enredos mentales, pues la mente ahora actúa a nuestro favor sin autoengaño, autocomplacencia, se vuelve ecuánime y entiende que todo tiene un final.
Otra cita de Hermann Hesse para terminar:
“La vida de cada hombre es un sendero hacia sí mismo, la huella de un camino. Nunca un hombre ha sido por completo él mismo, todos tienen la aspiración de llegar a serlo, unos en las tinieblas, otros en un rayo de luz, cada uno como puede. Todos llevan consigo hasta el final, las viscosidades y cáscaras de un mundo primordial. Algunos no llegan jamás a ser hombres, siguen siendo ranas, ardillas o tal vez hormiga. Otros son mitad pez y mitad hombre. Pero cada uno es un ímpetu de la naturaleza a ser hombre. Todos tenemos un origen común: la madre, todos procedemos de la misma montaña; pero cada uno tiene su propia meta – como una proyección e impulso desde lo más hondo – a su propio fin.
Autor: Miguel Ángel Cruz Romay, Lic en Diseño Gráfico, técnico Acupunturista y homeópata, Cabalista
Comments